En algunos lugares del mundo, existe un pequeño postre agradable al paladar. Se llama “pionono” y es un elaborado con una fina lámina de bizcocho enrollado, humedecido en jarabe y con una corona de crema tostada.
Todos los granadinos conocen el sabor y la textura esponjosa de este pequeño manjar, pero si pidiéramos por qué se llama así, son pocos los que conocen su origen.
Aunque no está claro, algunos afirman que este dulce proviene del Al-Ándalus en los siglos X-XI y los ciudadanos de Santa Fe guardaron esta receta árabe.
Según otras fuentes, más razonables, es un homenaje al Beato Papa Pio IX, recordado especialmente por haber proclamado el dogma de la Inmaculada Concepción de la Virgen María el 8 de diciembre de 1854.
En 1897, en la localidad de Santa Fe (Granada), Ceferino Isla González, el fundador de las pastelerías Casa Ysla y muy devoto de la Madre de Dios, decidió rendir un homenaje al Pontífice por haber proclamado el dogma. En este contexto, la idea de Ceferino era también la de crear un pastel que recordara la imagen del Papa: algo rechoncho y cilíndrico revestido con un balandrán blanco y una coronilla de crema tostada sobrepuesta al cilindro.